Yo quisiera ser como usted
En mi infancia no existía la tecnología, solo la magia. Tal vez sea esta, la percepción de alguien que se crió cogiendo setas, peces y jilgueros con liga, una persona, que como tantos de mi generación, jugaban en la calles de ciudades construidas rápidas al calor del baby boom, en hordas infantiles que le sacaban partido a una lata, una goma, o una hoguera, y que llevaban una navaja encima pues vivían en una frontera, la que separa la urbe del campo con solo cruzar una calle, la raya entre el pasado y el futuro. La reina de la magia era una caja grande, con un grueso cristal convexo y un tubo trasero, colocada en un trono en el centro del salón, y a la que toda la familia adoraba. Me encantaba encender la televisión de válvulas de mi casa, me ponía delante, apretaba un botón y la luz, poco a poco ganaba a la oscuridad, y después llegaba la imagen difusa en blanco y negro, me quedaba hechizado delante de aquello, era sobrenatural.