Insomnio
Yo nunca he sido de mucho madrugar, la verdad. Desde muy pequeño me gustaba irme a la cama habiendo visto el mensaje del Rey en la tele, pues era difícil que me venciera el sueño, y aun luego, ya tumbado, me pegaba un buen rato dando vueltas para un lado y para otro mientras hacía un repaso de lo que me había ocurrido aquel día y, sobre todo, especulaba cómo iba a ser el siguiente, qué aventuras iba a correr cuando llegara el alba. Y así con mi cabeza jugando a indios y vaqueros, o a piratas, Morfeo se hacía con mi voluntad. Pero había una noche al año en el que yo ganaba a aquel dios del sopor, había una noche en la que no hacía falta que mi padre me despertara, si no que más bien era al revés, había una noche en la que me levantaba varias veces a ver si todo estaba en su sitio…